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JUSTIFICACIÓN

Justificación

 

La educación en Colombia es quizá como una niña… voluble, manipulable –por todos quienes intervenimos en ella- y hasta volátil cuando no le damos lo que quiere; pero es que es así, es como una niña… y algunas veces no sabemos lo que la niña quiere, lo que nuestros hijos – para quienes somos padres y madres- quieren… y me pregunto si alguien se ha puesto a pensar que si la educación fuera una niña, qué querría ser cuando fuera grande?. Creo, sin negatividades, ni arrogancias que la respuesta sería que no y que por lo tanto pensamos que la educación debe responder a lo que queremos, que nosotros la construimos, tal como un padre pretende construir, desde antes del nacimiento, el futuro de sus hijos. Considero que la educación no es, si quiera, ese hijo concebido sin preparación, sin deseo, y que hay que construir porque está presente, y tampoco, nunca fue abortable, es adoptada! y creo que, si bien no es huérfana, es la respuesta que dio alguien más, para unir a una familia disfuncional, cuasidestruida. Ni el gobierno, ni la sociedad convergen a su favor. Cada quien como padres conviviendo bajo un mismo techo ante la imposibilidad del divorcio, jala hacia su lado y mientras el uno compra con helados el otro reprende para que no se “tuerza” tanto, y la pobre niña en medio ve como le cambian los cucos de minnie mouse por los de frozen, y ninguno resuelve su problema de la nalga enrojecida por los tablazos de la realidad.

 

Pienso, que si la educación fuera niña – por aquello del artículo femenino que precede a la palabra “educación” – nos diría más de diez cosas de lo que le gustaría ser cuando fuera grande. Y es que nuestra educación es una política muy joven, inmadura, no le pongo más de 7 años niña. Como república somos un pueblo joven, ahora más lo es la política educativa. Y es que esto último casi que no existe… debo decir que esta pobre “niña” es una hija adoptada porque alguien la dejó en este territorio al venir de paseo. Si revisamos los trabajos que han dirigido la política educativa en Colombia encontraremos que somos una mala copia de malos de procesos que no han dado resultado ni siquiera para los contextos que fueran escritas menos para este que mide todo en términos de dinero, como un mal marido. Y como una “mala esposa” que recoge a regañadientes el dinero del mercado, hace lo que puede y sigue con el mismo problema… hacer rendir el presupuesto de la semana y no dejar desencarrilar a la “niña”.

 

Este mal matrimonio necesita mantener en medio a esa “hija adoptiva”, pero debe empezar a considerarla propia y a acompañarla en la construcción de su futuro con los recursos y herramientas necesarias convencidos de que sus éxitos serán éxitos para sus “padres” y dejar de verse como adoptivos. Siempre el problema parece ser del otro, cuando los dos  son responsables  y no debe ser un problema sino un reto, una meta maravillosa para todos. Daría lo que fuera por participar de su fiesta de quince años y verla brillar, decir con orgullo, siendo parte de la sociedad, “Ella es mi orgullo, es mía y por ella lucho a diario”.

 

Esa madre ve cómo su hija sufre y además es culpable del sufrimiento por sus propios problemas. Es como si fuera bipolar; debe ser tratada para permitir que afloren sus mejores talentos y evite, lo mejor posible, dejar salir a su “Hulk” interior. Y ese padre tan desentendido, casi pudiera pensar que se toma los medicamentos que le faltan a la madre. La autoconfianza y amor propio se los ha embebecido tanto él, cuando debieran ser para ella, que se ha creído el cuento de que él manda y ella obedece, cuando el poder debe ser compartido ya que las responsabilidades también lo son. Mientras el Gobierno no deje de verse como el “Iron Man” que no es, no podrá descubrir sus falencias y trabajar sobre ellas. Y es que definitivamente, no le interesa hacerlo. En su narcisismo sigue convencido que lo que hace está bien. Entonces no entiendo por qué, si todo lo hace tan bien, no deja de copiar como cual fraudaste y se dedica a crear una política educativa centrada en el contexto nacional, escrita por y para los colombianos.

 

La sociedad tiene sus propios problemas, sus luchas interiores. Sus diferencias de clases y resentimientos nacidos de esta situación, son problemas que llegan al aula de clase, que golpean de frente al maestro al entrar a su rol de docente; y resulta que ese maestro también forma parte de la sociedad y, por tanto, hace parte de sus problemas sociales. El desplazamiento forzado, una cultura absorbida por la tecnología y degenerada por conductas reprobables es el marco con el que el docente debe trabajar. Entonces hay que trabajar en ello, y a qué horas trabaja el docente por los estudiantes de integración?

 

He tenido serias discusiones con otros profesionales de la educación quienes, hoy como Magísteres y estudiantes de Doctorado, consideran al estudio por competencias como un salvajismo educativo. Y en parte estoy de acuerdo con ellos y es que me he dado cuenta que en la tarea titánica emprendida desde la preparación de una unidad didáctica hasta su ejecución, el docente busca hacer de sus estudiantes personas competentes, y yo le añado a Juan Remolina “y no competitivas” pero seguimos premiando los primeros puestos a nivel académico… así que él tiene razón. Les quitamos la inocencia y la confianza en que su talento es valioso y útil realmente; porque si bien se exaltan sus “virtudes” artísticas, el primer puesto es quien alcanza los mayores puntajes. Y digo que les quitamos la inocencia porque los convertimos en fieras salvajes por alcanzar la izada de bandera a final del período o los aplausos en la entrega de boletines. Mientras el número no desaparezca y las ciencias exactas no pasen a un segundo plano, el desarrollo del niño como ser integral jamás será nuestro verdadero interés porque seguiremos apuntando a rankear en unas pruebas que contradicen todo el sistema educativo y por tanto mata el trabajo del verdadero docente y el crecimiento del educando.

 

La educación del estudiante no tiene porqué medirse en números. Y nos jactamos, mientras nos mentimos, diciendo: “evaluamos por competencias”. Y entonces por qué en el plan de estudios hay áreas con mayor intensidad horaria y aquellas que apuntan a la formación del ser en sus valores distintos a la parte cognitiva siguen siendo en el mínimo, una hora por semana?

 

Cada vez que forzamos al estudiante a ser “competente” y a “ir más allá”, les estamos poniendo tareas que no les corresponden… son niños, deberían estar jugando y jugando con la maestra. Aprendiendo del mundo a través de sus juegos. Pero la infraestructura reducida de los colegios ni siquiera les permite hacer una buena educación física, ni disfrutar del descanso, menos tener a más de quince grupos en procesos de aprendizaje lúdicos. Estamos tratando a nuestros estudiantes como secretarias y secretarios en una pequeña oficina, responsables de su cubículo, su silla, respondiendo por sus “deberes”. Ahí, sentados como si tuvieran pegante en la tabla del duro pupitre universitario en el aula de primaria. Hasta en escoger sus sillas nos hemos equivocado. Y nos hemos olvidado que son pequeñitos y que tienen problemas de hambre o de peleas recientes en casa. No basta con una maestra de apoyo ni con un psicólogo en un colegio, la tarea de ayudar a cada estudiante es de su docente. Por eso tampoco creo en la rotación de docentes por grupos, y aunque llegar a la dependencia entre maestro-estudiante tampoco es el objetivo, sí es bueno tener en frente a una persona para apoyarse.

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